Entrevista a una víctima de violencia de género:

“Al final se nos criminaliza a las víctimas, no a los maltratadores”

 

Carmen López

Secretaria de las Mujeres de FSC-CCOO

 

 

Esta es la declaración de una mujer que ha sufrido violencia machista y que hoy lo puede contar, pero que no está libre del peligro. Es un relato de una sucesión de fallos en el modelo y de cómo al final es la víctima la que se convierte en la proscrita a la que todo el mundo señala.  

Entrevistar a una mujer víctima de violencia de género y encontrar que después de años se siguen cometiendo los mismos fallos y sigue existiendo la misma falta de coordinación entre la Administraciones Públicas es desalentador. Pero más todavía cuando comprobamos que es la mujer la que ha tenido que cambiar su vida y quien es públicamente señalada por todas las personas de su entorno. Es ella quien sufre un empeoramiento de sus condiciones en su vida y en el trabajo, además de padecer desarraigo familiar.

Este es el testimonio de una mujer víctima de la violencia machista. Ella es empleada pública, monitora de deportes. Ahora está en el programa donde los perros son la protección de las mujeres (Proyecto ESCAN: terapia para las mujeres víctimas de violencia de género). Gracias a este programa, ella empieza a realizar de nuevo su vida, no sin dificultades, tras 18 años de ansiedad.

Resulta curioso tras la entrevista reconocer a muchas mujeres en ella e incluso un proceso que sigue estando desde el inicio y cada vez se reproduce más en las más jóvenes. Además hace visible los fallos que se producen en la cadena de protección para las víctimas de violencia, en más de una ocasión, de los maltratadores machistas. Cuando todo falla y cuando todo es igual pero sigue habiendo problemas por solucionar, ¿dónde queda la intimidad de las víctimas?

 

¿Cuántos años has soportado y cuántos has estado antes de reconocerlo?

Creo que toda la vida. Con él he estado 18 años, empecé con casi 20 años. Me lo he planteado muchas veces. Al mes de ser novios, muchos regalos, mucho comprarme… En una ocasión quedé con unas amigas y él me dijo que no me fuera. Me fui y se enfadó. Cenando con ellas, lo veía pasar para arriba y para abajo, enfadado. Cuando volví a mi casa, estaba esperando en la puerta y me dijo: “Bueno, pues ya veo que son más importante tus amigas que yo”. Y ahí ya fue el primer enganche. “Pues no me querrás tanto, porque yo a ti sí que te quiero. Yo daría mi vida por ti. Ya sabes que eres mi amor”. Ya al día siguiente vino con unos pendientes. “¿Ves? Sí te quiero. A lo mejor ayer lo hice mal. Tenía que haberte dejado con tus amigas, pero lo hice mal”.

Y luego ya, muchas veces decía que cómo iba vestida, peinada, etc. En una ocasión que iba con minifalda: “Nena, ¿te acuerdas de los pantalones que te regalé el otro día? Pues cámbiate porque mira, te hace ahí una molla en la pierna. Es que tienes que hacer más deporte”. Y yo: “Como se preocupa por mí, ¿qué me pongo? ¿Un pantalón?”. Y claro, ya piensas que con algunas cosas vas mal y subes y te cambias.

Otro día llego con un escote: “¡Nena, madre mía, si es que esto te queda de holgado! Sube la camiseta que te regalé el otro día”. Y yo subía como una idiota. Llegué a la universidad y todos los días, cuando salía, ahí estaba. Y yo decía: “Cómo me quiere. Fíjate, viene hasta la puerta”.

También intentó ponerme en muchas ocasiones en contra de mis hermanos, de mis padres, diciendo que ellos lo único que intentaban era aprovecharse de mí. Cuando nació mi hijo, prefería que me quedara sola a que viniera mi madre a ayudarme. Recién parida y se enfadaba. De hecho mi madre venía a escondidas. Es ahora cuando lo he reconocido y con mucha ayuda.

 

¿El maltrato fue continuo hasta el momento en que decidiste denunciar?

Tardé mucho en ser consciente. Es más, fue incluso posterior a la última paliza que me dio. En el trabajo siempre estaba mala. Cuando estaba con él tenía muchas bajas porque estaba enferma. El móvil, el Whatsapp, en cuanto hablaba… “A ver, ¿con quién has hablado?”, llegué a no poder pedir ayuda. Él fue muy sibilino. Mis padres lo vinieron venir: “No me gusta cómo te trata”. De hecho, una vez delante de mi padre me hizo un gesto que no me llegó a pegar un tortazo, pero me dio en la boca y mi padre dijo: “Si te vuelvo a ver hacerle eso a mi hija, hasta aquí llegamos”. Yo me enfadé con mi padre, estuve seis meses sin hablarle, lo pasé muy mal. Había dejado de hablar a mi padre, cuando mi padre me había defendido. A mis padres no les terminaba de gustar pero claro, yo le había elegido y tenían que aceptarlo. La noche que fue a matarme, llamó a mis padres, a ver cómo estaban. Mi padre había tenido una angina de pecho. Ya estaba bien, pero lo llamó y le dijo: “Cuídate”. Lo que les resultó chocante.

Después sucedió. En 2015 hay un fallo gordísimo. Vino la policía local. El progenitor de mi hijo llama a mi madre: “Que vengas un momento, que hay un problema”. Y mi madre dijo: “¿Cómo que hay un problema?”. Y dijo: “Que si puedes venir a casa a por el nene, que ha habido un problemilla”. Cuando llega mi madre, la casa estaba acordonada por la policía. Había coches en medio de la calle, encima de la acera. Y mi madre lo único que dice cuando ve a los policías: “¿Y mi hija?” Porque le ve a él con el niño. Y le responden: “Coja usted al niño y váyase”. Mi madre pensaba que me había matado. Cuando mi madre metió al nene en el coche fue y le dijo que por favor mi hija, mi hija… y le respondieron: “Deje al niño donde pueda y váyase al hospital a ver a su hija”. Mi madre llegó al hospital sin saber si yo estaba viva o muerta. Cuando vi entrar a mi madre fue horroroso. Mi madre estaba desencajada. A consecuencia de lo que me hizo esa noche, a los seis meses me tuvieron que operar de un neumotórax bilateral. Aquella noche yo tenía el tórax necrosado. Vamos, que he estado dos veces casi muerta gracias a él. Mi hijo se quedó traumatizado. Estuvo 21 días sin hablar y sin comer, de lo que vio la noche que me agredió. Sin comer y sin hablar, solo a base de líquidos. Se metía en una casita que tenía de Ikea y como si estuviera loco. ¡Y que tenga que ir con su padre!  

En 2016 puse una denuncia por saltarse la orden de alejamiento, porque llega un momento en el que ya no puedo más. Todos los días pasaba cerca de mí, todos los días del 2016. Un día me mandaba besos, otro día se ponía en el paso de peatones y me saludaba. También me acosaba en las redes sociales y yo llamé para preguntar cómo se podía denunciar. No se puede hacer nada. Y con una orden de alejamiento de cinco años, 500 metros, que se ha saltado día sí, día también. Se me ha archivado una de las denuncias con un vídeo donde está a menos de 200 metros de mi casa por falta de pruebas, porque el fiscal lo vio consecuente y a la semana de archivar esa denuncia se me presentó y se pasó la mano por su cuello.

Perro

 

¿Tu vida con tu perro ha cambiado?

Cuando vi el proyecto ESCAN me emocioné porque ves a otra mujer como tú con esa libertad para salir e ir donde quiera y ves que tú estás como siempre, tengo que ir acompañada a todos los lados. Yo, por ejemplo, era ver que anochecía y a mí me entraba el telele, me ponía hasta nerviosa. Me tenía que ir a mi casa, cerrar las puertas, mirar todas las ventanas. Y ahora ha cambiado.

Desde el 2015, dos años y medio, estuve con miedo de salir a la calle hasta el día 26 de diciembre del 2017. En la feria del 2015 salí un día con mis padres y mi familia rodeada, porque mi hijo quería ir a la feria. La policía me dijo que mejor que no saliera. El podía salir todos los días a la feria, todos los días de fiesta y mi hijo y yo encerrados en casa. ¿Es que hemos hecho algo él y yo? No. Al final se nos criminaliza a las víctimas, no a los maltratadores.

Ahora estoy bien. Desde que está el perro, ya no tengo miedo, me da la vida totalmente. Aunque venga, el perro se lo come. Es más, el proyecto lo bueno que tiene es que te obliga a salir, porque tú tienes que sacar al perro. El perro tiene que hacer sus necesidades y tiene que entrenar todos los días. Ya tienes obligaciones, mientras que tú antes a lo mejor te quedabas en casa llorando y ahora no. 

Mis problemas ahora son al entrar en un bar. Yo ahora puedo estar aquí, en la terraza, pero ahí dentro no me dejan entrar. Dice Mercadona que la ordenanza no me permite entrar en ningún comercio pero me lo permiten Carrefour, IKEA y el Corte Inglés. Ya de por sí, yo voy marcada. Cuando ven que no se puede tocar, primero me miran a ver si veo. Y claro, cuando me ven que yo miro, pues dirán: “esta mujer no es ciega”.

No puedo viajar con el perro. En la comunidad de Murcia sí puedo entrar en los autobuses y en los trenes de cercanías. Aquí he solicitado a la Concejalía poder subir a los autobuses, que reconozcan los perros de terapia. Y ya ir a hoteles o similares es una odisea. Cuando vas a hacer un viaje, tienes el límite de que sólo puedes ir en tu coche para tener habilitado tu perro. ¿Y si no tengo coche? Hay chicas en el proyecto que no tienen coche, que tienen que depender de que alguien las lleve.

            El proyecto ESCAN lo bueno que tiene es que te obliga a salir, porque tú tienes que sacar al perro.

 

¿Qué medidas te proporcionan para tu seguridad y prevención?

Las desarraigadas siempre han sido las mujeres. ¿Por qué una mujer con su prole se tiene que desplazar a otra ciudad y tiene que dejar su red familiar, de apoyo, los hijos e hijas, tienen que dejar a su gente? Los desarraigados y desarraigadas son los hijos, hijas y la mujer, porque en definitiva tiene que irse de una ciudad, y búscate tú la vida donde vas, ¡y sola!

Sola, porque yo aquí tengo a mis padres, tengo trabajo. Mi madre viene corriendo si la necesito, pero si yo estoy en otro sitio no. Tienes tus amigos, tus amigas. Es tu red de apoyo. Cuando me ven corriendo, vienen. Me apoyan. Todas esas cosas son muy importantes.

Las que estamos marcadas somos nosotras. A mí lo único que se me ofrece en mi región es una casa de acogida. No hay más medios para podernos poner, porque yo tengo mi trabajo, yo tengo mi vida, tengo mi familia. Entonces, ¿me tengo que ir yo? ¡Que se los lleven a ellos!

 

¿A todos juntos?

Sí, yo los pondría a todos juntos. Me lo he planteado muchas veces. Cómo sería, por ejemplo, una casa de acogida que en vez de que fuera de mujeres, que sí las necesitamos, fuera una casa de maltratadores y que ellos tengan que fichar con el dedo, no con una tarjeta. ¿De qué hora a qué hora trabajas? De 9 a 2. Bueno, pues tú de 9 a 2 sales del trabajo y tienes que ir y estar dentro, como si fuera una semicárcel. Que ellos no tengan la libertad que nosotras no tenemos. El primer año me llama mi policía de seguimiento y me dice: “Mira, hemos estado planteado tu caso y casi lo mejor que puedes hacer es que no salgas este año en la fiestas”.

                                                                                                              Las desarraigadas siempre han sido las mujeres.

Perro

¿Cómo es tu día a día en el trabajo?

En el trabajo sí que me están apoyando, aunque haya unas pocas personas que no. Que para una hostia que me han dado, qué bien, que me están adaptando los horarios. Palabras textuales. Yo pedí un traslado al gerente porque no aguantaba más. Tuve que ir un día al colegio. A mi hijo le dio un ataque de ansiedad por la situación, Me dijeron que fuera cuanto antes porque no había manera de calmarlo, necesitaba verme. Había pasado unos días con su padre y no sé qué sucedió, han sido tantas que no lo recuerdo. Cómo sería para que a mí me llamaran del colegio, cuando les decía que no me llamaran, que no alarmaran al crío. Tengo una situación que no quiero que se vea nadie en la misma, pero normal no es. En cuanto al resto de la gente, hay muchas personas que me apoyan, mi círculo me apoya mucho. Pero claro, los que te machacan, y más cuando estás mal… 

Ahora ya estoy bien con el horario pero en un centro en el que no tengo sitio donde dejar al perro. El otro día lo dejé en un almacén. El primer día llegué con él y me dijeron que no había sitio para dejar al perro. Subí a mi casa corriendo. Cuando dejé al perro, bajé y entonces subía mi vecino. Mira, cuando bajo por la escalera, que la escalera tiene un recodo, y veo a un hombre… me puse a gritar: “¡socorro, auxilio!”. Yo sin el perro me veo desvalida. Y mi vecino, empieza: “Venga, que soy yo, tranquila, ¿ha pasado algo?” Claro, el vecino me acompañó al trabajo porque me daba miedo, a las 6:45 de la mañana. Yo no tendría que tener, entre comillas, miedo, pero claro… 

 

¿Cómo te sientes ahora en la vida?

Ahora mi vida es nueva y distinta, lo que quiero es disfrutar y ser feliz. Solo me quita la felicidad el tema de que siga viendo al niño. Eso es lo que peor llevo y más por los casos que se oyen. Con una orden de alejamiento de cinco años, a 500 metros. No deja de ser un chico de 7 años y hasta los 12 años tienes que ir, pues hasta los 12 años no se escucha a los hijos. 

Yo ahora no tengo miedo de hablar. Estoy dispuesta a ponerme delante de un político, es que me da igual con quien tenga que hablar.

En el psico-social también deben estar más preparados, porque no lo están. A la asistenta social que me tocó, le daba clase… claro, imagíname a mí dando clase. Yo soy una tía segura y luego me ves allí en un despacho llorando y contándole. Creo que deben estar más preparados tanto los jueces como los fiscales y los abogados. Debería haber un protocolo que abarque también a la familia extensa, a la familia más cercana. Eso sería parte de la violencia de género.

Las víctimas conocemos los fallos. Yo te puedo decir: “oye, ¿qué te parecen las estructuras que hay?”, y tú me vas a decir: ¿dónde están los agujeros, dónde falla esto? El policía de seguimiento se queda corto. He tenido tres, porque son los policías que se están prejubilando. Entonces los ponen en esa actividad, segunda actividad. Pero al primero que tuve, que le dije: “Te lo pido por favor, ven un día conmigo”. Yo lo que quería es que él fuera mi testigo, pero no lo hizo. Además le dije: “Por favor, si sólo es un día que te vengas a la salida o a la entrada, va a ir”. Y no, no lo hizo. Entonces, para mí que el policía de seguimiento te llame por teléfono y te diga: “¿Cómo vas?”. Pues un día me ha llamado y a lo mejor no me apetece hablar y no le he cogido el teléfono, y ahora por ejemplo me llama: “¿Qué tal vas?”. Pues desde que tengo al perro siempre es la misma respuesta. Gracias al perro, estoy bien.